viernes, 23 de septiembre de 2011

Margo, el genio cabrón V

Nazahoria era muy lista. Había dedicado toda su vida a la filantropía, estudiando varias carreras (historia, medicina y derecho, entre otras como ortofruticultura e ingeniería del papel higiénico).
Los libros fueron testigos de su amor cuando en una biblioteca conoció sir Anthony Churruaca, un joven arqueólogo de vías de tren seco y soso como la vagina de una octogenaria sin sal, que como buen marido florero fue llevado al altar sin pedirle su opinión y forzado a mantener relaciones con Naza (que era desagradable como el baño de un buffet libre) hasta darle dos hijos, pero felizmente, porque ni por asomo se había planteado una alternativa a morir virgen. Feliz también estaba el maquinista borracho del tren que le pasó por encima.
A Nazahoria Anthony se la traía floja (en efecto: tenía vestigio de pene), pero durante toda su vida había querido encontrar a Margo. Seguiría las reglas y le derrotaría, porque era muy lista. Gracias a su estudio, tuvo constancia de la lámpara en tiempos del faraón Tutrancahélice, que le pidió al genio una mayor potencia sexual. Los visires proponían un método para invocar la lámpara de las desdichas: un gran mal remedio, para un gran mal a secas. Naza sólo necesitaba un gran mal.
La doctora llegó a casa y asesinó a sus hijos con una cinta VHS de “Saber vivir” (qué ironía). Como por arte de magia, encontró junto al fregadero una lámpara. Ávida, la frotó.
- Saludos. Mi nombre es Margo, y te concederé un deseo- recitó el buen mal genio cuando salió a la luz.
La mujer se lamió los labios.
- Deseo que todo lo que desee se cumpla.
Margo la miró. En todos sus años, durante toda su vida nunca había oído un deseo que no pudiera ser malogrado. Aquella muchacha le había estado esperando. El genio apretó el gesto, mas finalmente la relajación acudió a su tramposo rictus.
- Sea.
Dio dos palmas. Pero no desapareció. En su lugar, se mantuvo con gesto desafiante.
Naza adivinó su mirada. El genio estaba ahí para retorcer sus deseos. Debía ser cuidadosa, pues quería resucitar a sus hijos, pero no quería zombis manchándole la alfombra.
- Ya lo tengo- dijo la mujer-. Que mis hijos retornen a la vida...- Una avispa se posó en su lengua.
Margo sonrió. Naza, no. Aquel genio astuto, era muy puto. La mujer esperó hasta que la avispa se hubo relajado. Empezó a alzar el vuelo.
- ...tal y...- La avispa volvió. Se elevó de nuevo.- ...como...- suspendida frente a sus ojos, la avispa pareció mirarle. No era mala. Sólo “Maya”- ...estaban antes de que...
Un gorrión entró por la ventana y le arrancó la lengua de una picotada.
Nazahoria corrió y chilló, pero por encima de todo, sangró. Desesperada, sacó lápiz y folio de su escritorio.
DESEO QUE MI BOCA ESTÉ EXACTAMENTE IGUAL QUE ANTES DE QUE ME ARRANCARA LA LENGUA UN AV...(manchón de sangre). Sangre que salpicó cuando el motor de una avioneta que sobrevolaba la casa atravesó el techo y le seccionó ambas manos.
La mujer miró a Margo. Él esbozó una sonrisa. Ella no se rindió, y trató de escribir sus deseos en el suelo con la sangre de sus muñones. Pero tuvo que detenerse al notar sendos mordiscos en sus piernas. El genio soltó una carcajada. Se lo estaba pasando piruletilla. Al bajar la mirada, la mujer vio dos hijos zombis royéndole las pantorrillas.
- Pod el amod de dioz...- “penzó”, antes de ser devorada.

Nazahoria quedó hecha trizas,
porque era, muy muy lista.

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