jueves, 28 de abril de 2011

Ni-ni te molestes en venir mañana

Muajajajá. Por fin una buena noticia.

Hoy, en el programa de Ana Rosa (inciso: no soy fan ni de ella ni de la cadena. De hecho, a ella no la veo casi nunca porque suelo estar en clase y a la cadena tampoco porque lo que menos me apetece tras una jornada de 8 horas es aguantar la cara y los modales de Belén Nosequé en mi propia casa) han comentado una noticia estimulante. Resulta que un ni-ni-ni (ni estudia, ni trabaja, ni usa el cerebro) de 25 años demandó a sus padres porque no le daban la tan merecida paga que se había ganado con sus años de ni-esfuerzo (a ver quién se creen si no esos señores que impide que el polvo se adhiera al sofá cubriéndolo con su cuerpo). Tremendo varapalo debió llevarse el ni-niño cuando el juez no sólo no accedió a sus demandas, si no que le dio un plazo de un mes para que abandonara la casa.

La joven promesa de España manifestó la sed de ingresos que tiene una persona de su edad (fiestas... em... déjenme pensar... botellones... eh... ¿fiestellones cuela?) olvidándose de mencionar que sus padres ya le mantenían y le pagaban las letras del coche (demasiadas cosas que recordar para su ni-sesera). Ante la traición filial, los padres aprovecharon que el chico les había llevado al juzgado (para una vez que les invitaba fuera de casa...) para pedir que desparasitaran su casa y, en vista de las pocas ganas que tenía el chico de subsistir por sus propios medios, de que no participaba en las labores del hogar y de que ni siquiera pretendía un ambiente amistoso puertas adentro, el juez convino con ellos en que la garrapata debía irse a la calle, poniendo a prueba las leyes de Darwin sobre la supervivencia. Condena ejemplarizante que espero apriete las tuercas a muchos holgazanes.

Me ha gustado especialmente esta sentencia, porque me da la sensación de que los niños de hoy en día creen en todos sus derechos, pero olvidan todas sus obligaciones. Lo que hagan en sus casas no me molesta, pero ya veremos dentro de unos años si me quitan dinero del sueldo que conseguiré con mi esfuerzo para montar un albergue con que alimentar a los futuros ni-ni-ni-ni (ni estudian, ni trabajan, ni usan el cerebro, ni tienen un techo donde cobijarse).

sábado, 23 de abril de 2011

MI VIDA ENTRE PAÑALES

Soy un pañuelo.
Nací suave como la seda,
blanco, como la nieve de invierno.

Soy un pañuelo.
Si me utilizas, existo,
si no, me ocultas.

Tu nariz has limpiado conmigo,
de alegrías o de penas que te ofuscan.
Pudisteis empaparme en cloroformo,

utilizarme para sucios bacanales,
y después desecharme como a un estorbo,
lleno de mierda, entre pañales.

La porquería de vuestra vida,
habéis barrido con mi superficie,
ahora arrugada y manida;
gris y triste.

Ya el odio entretejió mis fibras,
así me he llenado de ideas homicidas;
él no me domina,
yo lo utilizo como mi pantomima.

Soy un pañuelo.
Con alcohol avivé mi fuego,
ahora yo me prendo, y a ti te quemo.

Soy un pañuelo.
Las llamas ascienden hacia el cielo
mientras mis cenizas son movidas por el viento.

Era un pañuelo.
Ahora, por fin, vuelo.

domingo, 10 de abril de 2011

Margo, el genio cabrón II

Clarita Espagueti era gorda. Ciertas personas admiten discusión al respecto, pero ese no era su caso: los niños le llamaban “Ombligo Infinito”; las ancianas en lugar de decir: “qué guapa” decían “qué guapas”; y el dicho: “si Mahoma no va a la montaña, Clarita vendrá y se los comerá a todos” era de los más populares.
Un día, Clarita volvía a casa tras comer un espárrago en “Mc Insipidonald´s” (la pobrecita llevaba meses en dieta sin resultado) cuando encontró una lámpara entre los arbustos. Su anatomía pícnica estimulaba la secreción de sus glándulas sebáceas (que sudaba, vaya) así que con ella se secó la frente. Inmediatamente, de su interior salió Margo, el genio cabrón.
- Saludos, ama: mi nombre es Margo y le concederé un deseo por haberme liberado.
A sus 16 años, Clarita había tenido tiempo para echar cuentas, y no desvelaremos el actual, pero de su peso ideal distaba por unos 30 kg.
- Deseo perder 30 kg en dos semanas, de una manera tal que a nadie extrañe.- dijo la chica, que no era tonta y no quería llamar la atención ni preocupar a su familia.
Margo asintió, dio un par de palmadas y, como por arte de magia, desapareció.
A la mañana siguiente, Clarita despertó contenta y fue a la báscula.
- ...mi peso de siempre. Bueno, aún hay tiempo.
Aquel día, se saltó su dieta, plenamente confiada en los poderes del genio.
Un día después, repitió la operación.
- ...uy. He engordado- pensó, viendo el resultado-. Además, dije: 30 kg menos. De nada sirven si engordo. Creo que hoy haré footing.
Por el camino, los niños la insultaban y los perros le miraban las chichas con ganas.
- Aprovechad, bestias, que en breve seré una chica nueva...
Entonces, empezó a llover.
- Mejor para mí. Menos gente cerca.
Cayó un rayo.
- Genial. Le ha dado a ese árbol cercano.
El tronco se precipitó.
- Ayayayayay...

Clarita despertó en el hospital. Un doctor la miraba con cara paternalista.
- Doctor... ¿qué ha pasado?
- Señorita Espagueti, no me andaré con rodeos: le cayó un árbol en las piernas y se las destrozó por completo. Tuvimos que amputar.
La chica levantó la sábana. Dos muñoncitos le saludaron.
Entristecida, Clarita lloró desconsolada. Mas de inmediato paró: aún una mala noticia le aguardaba.
- Doctor... ¿cuánto pesaba cada una?
- Unos 8 kg. En total 16.
Clarita tragó saliva.
12 días, 14 kg y un sinfín de apéndices por perder. Brazo, lengua, piel o cara, ¿qué parte del cuerpo le faltará mañana?